dimarts, 27 de setembre del 2011

ADOPCIÓN Y FAMILIA

Inés Rosales Manfredi

Nota: Este texto se publicará en tres partes

1ª parte 

Voy a reflexionar en torno a este tema, basándome en una larga y variada experiencia en el campo de la adopción en sus distintas fases, y desde el Psicoanálisis, como el marco t spondientes “informes de seguimiento” para la Administración pública y para el país de origen del menor en caso de adopción internacional. Entre el 2000 y el 2007 al formar parte del Comité Técnico (multidisciplinar) para la Adopción de la Generalitat de Catalunya tuve la ocasión de estudiar todos los informes de idoneidad sobre los candidatos a la adopción, emitidos por los equipos concertados, a los efectos de su ratificación o rectificación. Desde 2007 hasta la actualidad, hablo y me hablan en grupos operativos los futuros padres mientras esperan ser llamados por el país donde reside su futuro y aún desconocido hijo, para irlo a buscar; esto en el marco de una ECAI (    ).
De todas estas experiencias entonces, caben reflexiones tanto desde lo social como desde lo subjetivo, si bien veremos imbricarse ambos aspectos. De lo primero debemos destacar:

ALGUNOS FACTORES DEL INCREMENTO DE LA ADOPCIÓN


Si la adopción de hijos – institución antigua que ya figuraba en el código de Amurabi- puede considerarse un fenómeno contemporáneo es en tanto su demanda se ha incrementado fuertemente en nuestros países en los últimos ocho o diez años.
 He extraído algunos de los factores de tal incremento, no de un análisis sociológico de la cuestión, sino de las propias palabras de los adoptantes y a veces también de los adoptados, en mi tarea de escucha como psicóloga de formación psicoanalítica. A su vez, aislar dichos factores me sirvió para el trabajo con estas personas porque, al ser hechos de discurso (es decir: de lo que se dice, se oye o se escribe) subyacen en la demanda de hijos que ellos realizan, e incluso a veces la condicionan.

1- El primer factor a mencionar del auge de las adopciones, es la división entre países (o personas) ricos y países (o personas) pobres. Los primeros tienen acceso al trabajo y al consumo, los segundos quedan por fuera de esa distribución de bienes. Los primeros tienen más objetos pero menos niños, los segundos tienen muchos hijos pero pocos bienes. No tienen niños muchas familias con recursos que demandan un hijo venido de otro país; tampoco tienen suficientes niños los países desarrollados para satisfacer todas las demandas de adopción de sus súbditos: por un lado los ciudadanos tienen acceso a la planificación familiar y a los anticonceptivos (la caída demográfica de los países occidentales), por otro lado los programas de ayuda familiar hacen que no sea tan frecuente que las familias pobres de los países pudientes recurran al abandono o a la renuncia de los hijos. Sólo quedarían los hijos de la franja de la marginación como susceptibles de adopción: el cuarto mundo del primer mundo (Esto es así, de momento, ya que la crisis sobrevenida en nuestros países occidentales desde 2007, está poniendo en peligro el llamado Estado del bienestar, y con ello las mencionadas ayudas a las familias)
Es importante tener presente esta división: entre los que no tienen niños pero pueden obtenerlos, respecto de aquellos que tienen niños pero no pueden mantenerlos o educarlos; porque eso se escucha y/o tiene efectos en algunas demandas de adopción, como también puede tener efectos en el lugar en que el niño queda a veces colocado. Cuando la cultura de la adopción recién comenzaba a adquirirse, en aquella década de los 90, había escuchado - no en todos los casos ni mucho menos- esta posición de sujetos que van a adquirir un niño de otros que no pueden mantenerlo, quizá para encubrir el sentimiento de no tenerlo: Un adoptante me decía que ellos ya lo tienen todo, y me enumeraba sus posesiones; por eso querían un niño que careciera de todo eso que ellos le darían y que además pudiera heredarles. Otros hacían respecto del futuro niño una demanda de alta exigencia de calidad (blanco, sano, robustito...): un perfil anhelado de bebé ideal, que felizmente ya no se escucha en las actuales y más concientizadas demandas de adopción. Sin duda, se trataba en esos casos de un sentido un tanto mercantilista de la adopción, que no necesariamente descalificaba a esos sujetos de entrada; pero sí hacía falta en nuestro trabajo que se les permitiera volver sobre lo que enunciaban, a fin de que pudieran rectificar esa posición inicial. Otra cosa sería constatar que no pueden salirse de ese discurso donde el niño es puesto en serie con los objetos que poseen; pero ese extremo, por suerte nunca ha sido el más frecuente.
Del lado del hijo, recuerdo los efectos (inconscientes) de este factor en un niño de nueve años, explicado por su terapeuta: adoptado de bebé, cada vez que se enfadaba con sus padres se colgaba un cartelito al cuello que decía “niño en venta” (De alguna manera eso subyacía en sus palabras...)

2- Encontré un segundo factor del incremento de las adopciones, en este caso internacionales, seguramente relacionado con el fluir de las olas migratorias de los últimos años, y vinculado con el anterior: Es un creciente interés por la llamada diversidad, es decir por la diferencia. Interés que observamos tanto desde una vertiente negativa, como actitudes racistas o xenófobas de personas o grupos organizados que a veces cristalizan en agresiones al diferente; y también desde la vertiente positiva, como es el anhelo de aceptarlo tal como es, de integrarlo, de prestarle apoyo, dándose un verdadero empuje a esa diferencia. La adopción internacional se inscribe de alguna manera en ese discurso contemporáneo de interés por la diferencia, y sin duda está motivado por sentimientos de solidaridad, por lo que es bienvenido. Pero hay que reconocer también a veces, el efecto de cierta moda en algunas personas, dado que ello forma parte de un discurso progresista, con el riesgo de caer en una cierta frivolización (recordemos los adoptantes famosos de la prensa rosa)
Este interés por la diferencia, bajo un discurso que es moderno se escucha también en algunas demandas de adopción internacional: A veces se busca el niño expresamente diferente, cuanto más diferente mejor (esto indudablemente también estará ligado a cuestiones bien subjetivas de ese adoptante que imagina su hijo como alguien muy otro). A veces se insiste demasiado en mantenerle al niño, ya adoptado, esa diferencia empujándole a una identificación exagerada con las señas del país o de la etnia de origen: “tú eres ruso, o chino... ése es TU país...”, lo cual es excesivo y se habrá de tener en cuenta, ya que funcionaría como el reverso de la ocultación del hecho adoptivo de otras épocas.

3- Ligado a esto último, otro factor de aumento de las adopciones internacionales es: una creciente conciencia de los malestares y sufrimientos que padece una parte de la población del mundo, dándose también en esto un empuje a repararlos. De ahí el auge de las ONG pro tercer mundo, los apadrinamientos, etc. Aquí, algunas personas optan por una ayuda más individual, como es intentar adoptar un niño o niña que sufre en otro lugar. A veces he escuchado en algunos solicitantes un pedido que es solamente solidario; sobre todo cuando hay hijos biológicos. En este caso es importante que, junto al deseo de ayudar, también aparezca el deseo de otro hijo, de ser otra vez padre o madre, esta vez de un niño que viene de otro cuerpo y de otro lugar.

4- Otra causa de incremento de la adopción es el aumento de la infertilidad, tanto física como de orden subjetivo (psicológica). De las razones de la primera, razones médicas, que en algunos casos se dicen ligadas al deterioro ambiental, no puedo dar cuenta. Sobre las psicológicas sí podemos hacernos algunas hipótesis pero sólo en el caso por caso, ya que puede ser un síntoma del sujeto que la padece. Lo que en términos generales podemos observar, es que este no autorizarse a ser padre o madre se acrecienta en una época de grandes cambios en la estructura familiar, con caída del patriarcado, declive de la función paterna; por las razones constatadas que provocan esa caída, y que no son en sí mismas negativas: influencia del discurso feminista, entrada de la mujer en el mundo laboral, nuevas formas de producción del mercado y de la ciencia, las técnicas de reproducción asistida que hacen pensar en la exclusión del padre en la procreación (hasta el extremo pensable, aunque hasta ahora no realizable de la clonación), movimientos juveniles de protesta frente a la autoridad paterna de pasadas décadas, etc. Es posible que estas causas, que pertenecen a lo social y a lo cultural se combinen con la historia individual de algunos sujetos y colaboren desde lo inconsciente con la infertilidad psicológica de la pareja.
Lo que sí se constata en algunos casos como un observable clínico, es que, cuando algunas de estas personas infértiles recurren a la adopción, una vez que han conseguido la autorización desde el otro para ser padre o madre (un documento que diga “idóneos”), puede que consigan luego un embarazo. De ahí la importancia de que estas personas, durante las entrevistas preadoptivas, puedan tomar en cuenta la posibilidad de un futuro embarazo y las consecuencias de ello en su paternidad/maternidad adoptiva.

5- Y un último factor de incremento que he tenido en cuenta, de menor frecuencia, si bien en aumento, es una tendencia a elegir la adopción en sí misma como forma de filiación, es decir, sin que medie la esterilidad, y sin que haya otros hijos biológicos en la pareja. Aquí la adopción se inscribiría dentro de las llamadas “nuevas formas de filiación”, que de algún modo están ligadas a lo dicho en el punto anterior, a los cambios en los modelos de familia. Estas nuevas formas de filiación, que incluyen también los nacimientos por inseminación artificial, con donante anónimo o no, el alquiler de útero, hasta las futuras clonaciones, tienen con la adopción algo en común: y es que la paternidad y la maternidad, es decir la filiación de un hijo, se produce con independencia del encuentro sexual.
Si el incremento de las demandas de adopción constituye el rasgo fundamental de la adopción hoy, debería tener, no obstante lo dicho, un efecto deseado en tanto positivo: la normalización del hecho adoptivo, indispensable para que los niños adoptados consigan el mejor estar en el mundo posible, aprovechando la nueva oportunidad vital que las familias y la comunidad contribuyen a aportarles.
eórico que conozco y practico.
Entre 1994 y 1997 escuché a las personas que solicitaban la adopción de un hijo/a ante la Dirección General de Atención a la Infancia de la Generalitat de Catalunya, a fin de redactar un informe sobre ellos recomendado o no se les considere idóneos para adoptar un niño/a. Durante el mismo tiempo tuve la ocasión de visitar a los pequeños una vez llegados a sus nuevos hogares, y repetir la visita generalmente cada 6 meses, redactando los corre