divendres, 2 de desembre del 2011

PERTINENCIA E IMPERTINENCIA DEL DISPOSITIVO “LA MAISON VERTE” RESPECTO A LA PREVENCIÓN PRECOZ  CON EL NIÑO PEQUEÑO.
Intervención de Marie Hélène Malandrin

                                Psicoanalista .Cofundadora junto a Françoise Dolto y otros psicoanalistas de la “Maison Verte” de Paris.

 VIERNES 28 DE OCTUBRE 2011 en el Foro Psicoanàlitic de Barcelona-

            
Françoise Dolto, en vísperas de su muerte en 1988 lamentaba que la Maison Verte no hubiera "escrito" sobre su experiencia. Al hacerle notar que ya había hablado de la Maison  Verte en muchos de sus libros, me respondió: " explicar, no es escribir”

Hoy, sin embargo, después de treinta años de trabajo en este dispositivo de acogida, sigo encontrando en la necesidad,  como siempre, de explicar el dispositivo de la Maison Verte, presentándolo al mismo tiempo, con su arquitectura particular y a la vez también continúo poniendo a trabajar la transmisión de una praxis, que tiene toda su singularidad en el campo de la prevención precoz.

Michel de Certeau en su libro " L’invention du quotidien (La invención de lo cotidiano) ", escribe que " En toda nueva creación que haga saltar las representaciones colectivas y los corpus teóricos compartidos por un grupo, el relato, o sea " El arte de decir es en sí mismo un arte de hacer y un arte de pensar, puede ser a la vez la práctica y la teoría”.

 Y, plantea esta cuestión: " ¿no habría en ello que reconocer la legitimidad científica suponiendo que en lugar de ser un resto que no se puede eliminar o aún que se tenga que eliminar, la narración tiene allí una función necesaria y una teoría del relato  es indisociable de la teoría de las prácticas, como su condición al mismo tiempo que su producción?”


En la apertura, no podíamos darnos cuenta del valor de la teorización de " nuestros relatos " porque no podíamos prever que la Maison Verte, en su construcción atípica que reposa en 3 negaciones, "  Ni una guardería, ni un lugar para hacerse cargo , ni un lugar para cuidar ", afectaría a todas nuestras representaciones, y nos forzaría  poco a poco a admitir que en este dispositivo, la intervención educativa y la escucha analítica participan juntas en el proceso educativo, en el de estructuración y de socialización del niño.

Hoy en 2011, la cuestión de la educación atraviesa el campo social: sea a título de la política, de la pedagogía, de la psicología, de la psiquiatría, de los fármacos, o del control social; pero ahora en Europa se ataca al psicoanálisis principalmente entre otras cosas por la educación.

En Francia, a Françoise Dolto la hacen responsable de las desviaciones educativas de nuestra época, ya que habría invalidado la autoridad de los padres y favorecido la aparición del niño Rey, dándole un lugar exagerado al niño.

Estas declaraciones que encontramos de modo bastante remanente en los periódicos, dan cuenta del desconocimiento de su trabajo o en el peor de los casos de una falsificación de su pensamiento.

En efecto, la pasión de Dolto por la inteligencia simbólica del niño, su deseo de que sea reconocido como sujeto y la afirmación continúa que el pequeño es un ser de palabra que debe ser respetado y no adiestrado, nunca le llevo a colocar al niño en el centro del mundo.

La libertad del niño nos decía en 1977, se detiene en el instante en que empieza la libertad del otro. Creo que muchos problemas se deben a que muchos adultos caen en la trampa, en la trampa de adorar al niño, de adularle y se olvidan de sus propios deseos por las personas de su generación.

 Creo que ahí hay algo que hacer en nuestra sociedad para lograr que se den encuentros de madres con otras madres, de padres con otros padres, con sus niños, sin impartir clases, sino para que vivan entre humanos que son adultos que tienen deseos, con niños que tienen sus propios deseos pero sin que los niños sean completamente los dueños de sus padres todo el tiempo. “Creo que si muy pronto, el niño sabe que es uno entre los otros, en vez de ser el centro de la familia, esto se logrará fácilmente. Pero para ello, hace falta que tenga otros compañeros de su edad desde muy pronto y que las madres salgan unas con las otras ya que será así como aprenderán a relativizar las dificultades y proezas de sus propios hijos en relación con las de los otros niños”.


En este texto, se despliegan con claridad los fundamentos de la Maison Verte: socializar a los niños y los adultos de la misma edad -  no poner al niño como centro del mundo -  que es uno entre otros –  que entienda que la libertad de uno se detiene ahí donde empieza el deseo del otro – Hablar de la fuerza psíquica del pequeño.

Así pues, no veo en 2011 que tengamos la necesidad de hacer que los jóvenes padres crean que están en lucha contra una ecuación que sería imposible de resolver: " o escuchan a sus niños… O volverán a métodos educativos más tradicionales poniendo límites a su progenitura". Mientras que en toda educación, se escucha y se ponen límites,  se crea y se reproduce.

No se trata en la Maison Verte, de intervenir con la única perspectiva de sostener un destete, ni de poner interdicciones, ni de querer que un niño modifique su comportamiento, sino más bien de abrir para el sujeto un espacio de decir, donde padres, niños, y acogedores sean partenaires activos en el cuestionamiento.

Un lugar en donde lo impensado tenga derecho de entrada, más allá de todos los saberes. Un lugar en donde a cada niño o cada adulto se le reconoce como sujeto de su pregunta.
Para ilustrar lo que entiendo por abrir un espacio de decir, en donde los padres, los niños y los acogedores son partenaires activos en un cuestionamiento, he escogido dos secuencias que datan de los primeros  años de la Maison Verte, pero que podrían ser actuales.


"Esto sucede una tarde en la Maison Verte. Una mamá me plantea una extraña pregunta: “¿Cómo se sabe que un niño ha comido demasiado?” En la tumbona su pequeña hija de 6 meses, me observa tranquilamente con sus ojos azules.  En su formulación, la pregunta de la mamá  me deja en la duda: ¿a qué llama ella “comer demasiado”? En ese momento, el teléfono suena, y yo me levanto para ir a responder. Al pasar delante de un joven colega que aún no tiene hijos, le digo: - “¿Cómo se sabe que un niño ha comido demasiado?
-No lo sé, me dice él, ¿quieres que mire por Internet?
 Su respuesta me despierta de una escucha benévola, y me vuelvo hacia la mamá, simplemente para mostrarle mi asombro.
-¿A qué llama usted comer demasiado?
-  Pues bien, dos petits suisses, dos yogures, dos plátanos.
En ese punto, estoy francamente intrigada.

- ¿Por qué “dos”?

 -Bien, me dice ella, porque son “dos pechos”. Y poco a poco, se echa a llorar, antes de poder contarme su historia.
Tiene que mudarse de casa  y dejar de dar de mamar a su hija en un mes para llevarla a la casa de la canguro ya que debe retomar su trabajo. Su pediatra le ha dado el siguiente consejo: “Dele de mamar una vez cada dos”, en la siguiente toma le da un biberón más un yogur, o un plátano, o un petit suisse. Sí, pero ella tiene “dos pechos” que fluyen en abundancia cuando intenta alimentar al niño con la cuchara, y esta cifra del número dos repentinamente condensa todo el malestar del niño así como el de la madre.

Hay discordancia:
Entre su deseo de amamantar, y el deseo del niño de mamar.
Entre la respuesta a la necesidad del niño de ser alimentado y la necesidad de privarle del pecho.
Entre el saber del médico, la verdad de su cuerpo y la realidad de su retorno al trabajo.

Ella llora, su hija llora, la niña rechaza todo: el biberón, el plátano, el petit Suisse o el yogur. Su hija no corre el riesgo de comer demasiado, no come “nada”. Se salta una comida de cada dos.

Extraño giro en su enunciado del principio que me preguntaba “¿cómo se sabe que un niño ha comido demasiado”?

Le hice la observación de que finalmente acababa de escuchar que sus dos cuerpos no estaban destetados el uno del otro, pero añadí que estaba segura de que encontraría cómo acompañar con palabras a su hija cuando viniera el tiempo de la separación.

Me dijo que era exactamente eso lo que ella sentía, y se marchó. Volvió tres meses más tarde, solamente para contarme… “Dijo dos veces que esto podría servir a otras madres”

Alimentó a su hija tranquilamente durante todo el mes. Una semana antes de llevarla a la casa de la canguro, le dijo: “Irás a casa de una señora, que te cuidará cuando yo vaya a trabajar. Esta señora, no tiene leche en su pecho, así pues, en su casa, comerás un yogur, o un petit Suisse o un plátano, o pequeños potitos… y por la mañana y por la noche, te daré el pecho”. Y le volvió a decir lo mismo cuando estaban en casa de la canguro, y todo se desarrolló con tranquilidad.

Así pues, ¿qué pasó entre la madre y la niña entre esos dos encuentros: el del pediatra en el dispositivo de la consulta, y el mío en el dispositivo de la Maison Verte.  En la consulta con el pediatra, la madre tuvo una respuesta en la realidad, una solución para el destete, sin tener en cuenta su ambivalencia respecto al destete. En el dispositivo de la Maison Verte, se tiene en cuenta el conflicto psíquico en el aquí y ahora del encuentro, quizás sin continuidad.

Al pronunciar una frase, se puede dar un paso en falso. Freud estuvo intrigado por estos fenómenos, y es ahí que sitúa las motivaciones inconscientes del sujeto. Algo hace que el sujeto sea extranjero al contenido inmediato de la frase que acaba de pronunciar. Hay como un tropiezo, un fallo, una fisura, escribe Lacan.[1]

Me sorprende algo en la formulación de esta mamá, la palabra demasiado… no sabe que un niño que no quiere comer lo significa enérgicamente rechazando el pecho o girando la cara frente a la cuchara.

Mi pregunta al poner de relieve la palabra “demasiado” y la cifra “dos” produce una sorpresa, luego hay como un efecto de hallazgo, hallazgo que Lacan sostiene que es al mismo tiempo una solución, cuando surge la respuesta que produce un efecto de sorpresa en la madre: ¡“Porque son dos pechos”!

Es un pequeño fragmento de la vida, en lo cotidiano, de una charla sin pretensiones, pero podemos entender la complejidad de una idea que engloba dos registros de proximidad en la acogida en el interior de este dispositivo.

Por un lado, una acogida amistosa que permite que una madre en una visita imprevista hable de un destete difícil, con una persona de la acogida, o incluso a veces con otra madre.

Por otro, el instante de la sorpresa, que jamás se presentará dos veces del mismo modo, instante de la verdad que está más allá de una respuesta organizada como consejo, como empatía, incluso como psicología.

Así es como el psicoanalista en este espacio puede librarse de estar en el lugar del saber sobre la educación, mientras que el “psicoanálisis” es y no puede ser nada más que una disciplina que toma acto de la inadecuación, o sea una disciplina que interviene justamente “Ahí donde eso no se adhiere”, al contrario de la moda actual que hace de la palabra una especie de catarsis del mundo: hablen, les ruego, hablen…”

En ese momento eminentemente frágil, ser acogedor en la Maison Verte, es respetar  ese instante único cuando el sujeto encuentra por sí mismo, la verdad que ignoraba en el segundo precedente.

“ La verdad decía Lacan no soporta la simpleza de la explicación "

Hay entonces para la madre la posibilidad de asumir con el niño lo que Françoise Dolto llamaba una castración oral, es decir un destete, pero en su función simbolígena, en vez de un destete que desgarre el cuerpo a cuerpo en el silencio de las lágrimas.

“ La higiene, y la dietética, decía Françoise Dolto, tienen valor en cuanto al organismo pero están en segundo lugar! El cuerpo toma sentido por los sentimientos ya que el niño vive tanto de las palabras y del deseo que tenemos de comunicarnos con él como sujeto, como de las necesidades físicas.

Esta idea de que el niño vive tanto de las palabras y del deseo que tenemos de comunicarnos con él como sujeto como de las necesidades físicas, ha tenido su importancia para abrir un lugar para acompañar al niño por el camino de la autonomía, pero sin separación física de los que lo educan. De ahí la exigencia de la presencia de un adulto tutelar, que le introducirá a otro mundo distinto al de la familia.

Es la iniciación a la libertad del placer compartido con otros en una comunicación lingüística y gestual donde cada uno se complace estando de acuerdo con otros - pero, es también el encuentro con las dos reglas de la Maison Verte: el delantal que el niño debe ponerse para jugar con el agua y la línea roja.

En una sala hay unas butacas, alfombras, un rincón para jugar con el agua, es aquí donde los padres y los niños que no caminan se instalan en general.

En la otra sala, hay juegos con material rodante como camiones, bicicletas, andaderas. Una línea roja entre ambas salas inscribe para los niños un límite que no hay que sobrepasar con los objetos que ruedan.

Y, sus reglas tienen una función doble:

Educativa:
Permitir al niño el encuentro con reglas que existen para todos y que no son las de papá y mamá. Reglas que molestan más a los padres que a los niños. “Es todavía muy pequeño para comprender” dirá  una mamá – “Sus delantales no sirven para nada” dirá otra.

Como me decía un chiquillo encantador de 3 años “voy donde quiero, cuando quiero con mi camión” y esto delante de su mamá cómplice que miraba sonriendo.

"A los dos años, decía Dolto, no se trata de adiestrar al niño, aunque las pulsiones del deseo del niño estén en parte bloqueadas y en parte necesiten ser sostenidas para que salga de su potencia y entre en un comercio de intercambio lúdico y social, con valor de placer entre sujetos. "
Analítica:

Permitir que los niños utilicen el espacio de juego y las reglas del dispositivo, en su proceso interno de subjetivación. Se trata entonces de entender, a veces, los gestos inadecuados  de un niño, en el momento en el que nadie entiende nada.

Aprecio este "nada",  que es el punto de tangente entre dos universos psíquicos, aquel de los padres y aquel de los niños. Es la garantía de que no nos metemos en este lugar por el camino ilusorio de un psicoanálisis de la normatividad que haría de lo prohibido el alfa y el omega de la educación.


Es un sábado tranquilo por la mañana. Estoy en una sala en donde circulan los camiones y las bicicletas en compañía de un niño pequeño de tres años y medio que conozco muy bien. Vino el año pasado con su mamá, y le fue muy difícil organizarse con la regla de la línea roja. Va a la escuela desde septiembre, estamos en noviembre, y es la primera vez que le encuentro desde ese gran cambio en su vida. Ese día viene con su padre y su madre, que se sentaron tranquilamente en la otra sala, el padre, relajado, lee el periódico.

El pequeño, muy tranquilo, da vueltas con su camión haciendo ruido como si fuera un coche. Para él, manifiestamente, era un conductor emérito. En un momento su madre se reúne con nosotros, y estamos ahí las dos, de pie, en medio de la sala, silenciosas, con el niño dando vueltas tranquilamente alrededor nuestro. Le digo entonces a la madre lo que constato haciendo referencia implícita a otros momentos en que se ha quejado mucho de que su hijo aceptaba mal los límites:

-Es feliz hoy, quizás está contento de haber venido con su papá.

La palabra “papá” la enfurece.  Se lanza en una crítica, contra este hombre, que no es el padre de su hijo, sino un amigo con el que comparte su vida desde hace dos años.  Por otra parte el pronto se marchará, ella va a abandonarlo, está harta de sus reflexiones respecto al niño. Él le ha dado hoy el coñazo, de verdad,  dice ella porque al venir a la Maison Verte con su hijo en el cochecito, le decía que el niño era ya bastante mayor para andar, como si no tuviese el derecho también de ser pequeño, un sábado por la mañana,  ya que tiene todas las obligaciones de la escuela toda la semana.

A medida que habla, el niño empieza a acelerar sus movimientos alrededor nuestro hasta el momento en que ella le dice enfadada: - Para, me mareas. El pequeño, entonces, se para delante de la puerta de cristal de la entrada, después se pone de pie sobre el camión en perfecto desequilibrio. Le seguí con la mirada sin decir una palabra. La cólera de la mamá se agudiza: - ¡Venga! ¡Dígale que no puede subir al camión, que no tiene derecho a hacer nada, que todo está prohibido, que no puede divertirse!”

No tuve tiempo, ese día, de pensar cómo iba a intervenir con el niño que acababa de poner en escena, de pie, sobre el camión, un momento de desequilibrio, un momento en donde su universo vacilaba en eco con las palabras de su madre.

Me impresionó la inadecuación de la palabra  “divertir” que la mamá puso en oposición a la palabra “prohibido” para justificar el derecho del niño a jugar haciendo equilibrios delante de una vidriera, significando así que era ella la que “hacia la ley” en casa como en la Maison Verte.

La inadecuación me reenvía bruscamente a un artículo que había leído el día anterior. Varios adolescentes entre 14 y 15 años se divertían recorriendo a contracorriente la autopista, en pequeñas motos, había habido dos muertos.

 Formulé en voz alta lo que escuchaba de su frase.

 “-Hoy, cumple tres años y medio y usted piensa que está muy bien que suba al camión delante de una puerta acristalada, pero cuando tenga 14 años y haga infracciones con la moto, con la suya o la de otro, usted lo verá menos evidente.

Usted es idiota me respondió ella, y me voy, ¡me pone muy nerviosa!

Después fue a rellenar la hoja en que los padres ponen: el nombre del niño- la edad- la persona que les acompaña- padre, madre, otros, y el tiempo de su estancia.

Entonces la oí estallar de risa, y me llamó: - Marie-Hélène, venga a ver, venga a ver, y  me dio la hoja para que leyera lo que acababa de rellenar.

 Yo no veía nada. - Pero si mira, me dijo ella, quería poner el tiempo de nuestra visita, media hora, y escribí ½ en la columna del padre…. Es hora de que solucione mi problema con “los hombres”. Mi hijo tiene un vínculo muy fuerte con mi amigo, hace el papel de padre para él, se entienden muy bien, sólo digo tonterías.

El inconsciente decia  Lacan en 1967: « ello  falla,  ello sueña, ello ríe »
Después de esta precisión, se fueron enseguida los tres, el niño andaba muy derecho al lado de su papá,  él empujaba el cochecito vacío, la madre sonriente acompañaba el movimiento.

En la Maison Verte, no estamos solamente en un dispositivo de acogida y de escucha de lo cotidiano, estamos también con otros - entre medio de otros – confrontados con los otros, en un espacio  de lo cotidiano.

Maurice Blanchot en su libro “L’Entretien Infini[2] (“La entrevista infinita) habla de la fuerza enigmática de la verdad cotidiana: lo cotidiano, dice, somos nosotros en lo ordinario  (…) Sea cual sean sus aspectos, lo cotidiano tiene ese rasgo esencial: no se deja atrapar. Se escapa. Pertenece a la insignificancia, y lo insignificante no tiene verdad, sin realidad, sin secreto, pero puede ser también el lugar en donde toda significación es posible. Es en esto que es extraño, es lo familiar que se descubre (pero ya se desvanece) en lo sorprendente.

Lo familiar  “esto causa todo solo” es una pequeña cifra en la columna “del padre”, queriendo hablar del tiempo de presencia, que produce efectos  de vuelta para el sujeto.[3]

La escucha de lo cotidiano, es entonces, un arte de escuchar, que se articula con un arte del decir, en el aquí y ahora del encuentro, en un dispositivo que debe a la vez ser un lugar vacío y ser una referencia para todos.

Ser un espacio vacío

Esto determina que ni un grupo, ni una persona pueden decidir  que en este lugar están en su función social habitual y esto concierne al lugar del psicoanalista, como al del educador, como  al de la asistenta social.

Conceptualmente, era necesario construir una institución que no funcionara con instancias reguladoras que tuvieran el poder: médico jefe, educador jefe, o director, o un saber, pequeño Amo de día, o gran Amo en las reuniones; más bien de un modo horizontal donde cada uno debe asumir en lo cotidiano de la acogida ser uno entre otros refiriéndose a un encuadre de trabajo.

Ser referencia para todos:

-Porque hay unas reglas de funcionamiento que organizan el marco de la acogida: sustitución todo los días del equipo de acogida, y esto de lunes a viernes; rotación  de los equipos que asumen un sábado al mes aproximadamente; presencia de un adulto tutelar; participación financiera; reglas sobre los delantales y la línea roja. Anonimato

Lo corolario de esta arquitectura para los padres, es la seguridad, que no pondremos en común en reuniones de síntesis los acontecimientos que se producen  cada día y que no  transmitiremos a los otros profesionales del sector lo que se vive en este lugar. Es esto entre otras cosas  lo que recubre el concepto de anonimato para los acogedores.

Para los padres este concepto de anonimato es la piedra angular de los lugares de acogida,  y valida la idea de que ellos deciden según su deseo venir a la Maison Verte,  a su ritmo y utilizándolo a su conveniencia.

En el momento de marcharse, dan testimonio de su adhesión a este dispositivo de acogida original dejando una participación financiera a su apreciación.

Este marco de funcionamiento cuando se respeta la lógica se organiza en un punto paradójico: a la vez, se impone a todos sin pedirnos nuestra opinión, y a la vez exige de todos el consentimiento.


Pierre Benoît en 1984 consideraba que el pensamiento fundador de Françoise Dolto había empezado un proceso en donde la Maison Verte era el teatro.

Françoise Dolto, por su parte, respondía que la creación de la Maison Verte había empezado un proceso en donde su pensamiento estaba actualizado.


Si la Maison Verte es el teatro del pensamiento de Dolto, podemos preguntarnos si para Pierre Benoît ella está en el centro de la puesta en escena como lo estaba en la consulta de Trousseau, o en la de la calle Cujas.

Si la Maison Verte para Françoise Dolto, actualiza su pensamiento, ella está trabajando con el dispositivo, ella es “Una entre otros en la acogida.”

Podríamos decir que la Maison Verte es un teatro que nos permite a todos: niños, padres, acogedores, de reactualizar nuestro pensamiento en un espacio vacío de todo proyecto de cuidados, de guarda, de seguimiento, en una escena, donde se juega cada día una nueva obra en busca de autor.

-         Es exactamente lo que hace la mamá que se preguntaba “Cómo se sabe que un niño ha comido demasiado”.

-         Es exactamente lo que hace la mamá que pensaba que sólo contaba su ley.

La Maison Verte en la actualidad mantiene su pertinencia como espacio de encuentros, de sociabilidad, de socialización y de educación.

Pero es también es un espacio que guarda toda su impertinencia, ya que se apoya en la idea simple pero a veces inaceptable por el discurso social, que ni podemos dominar todo, ni controlar, ni evaluar respecto a la educación de nuestros hijos, y que es a menudo, en el interior mismo de lo que se nos escapa, que pueden haber efectos posibles e imprevistos de prevención en el campo de la educación.

Traducción: Matilde Pelegrí













[1] Seminario XI “ Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” Paidós
[2] Maurice Blanchot: “ L’Entretien Infini” Gallimard 1969, pág. 356-357
[3] Esta secuencia me hace pensar a algunas líneas de Lacan en su texto “lo simbólico, lo imaginario, y lo real” texto que ha sido escrito justamente antes del congreso de Roma” Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”.
“Lo real dice es o la totalidad, o el instante que se desvanece. En la experiencia analítica, para el sujeto, es siempre el choque contra algo como por ejemplo el silencio del analista”.