dijous, 13 d’octubre del 2011

ADOPCIÓN Y FAMILIA

SOBRE PREOCUPACIONES Y PREGUNTAS QUE PLANTEAN LOS ADOPTANTES
Inés Rosales Manfredi

3era y última parte:
Para terminar, reflexionemos sobre algunas cuestiones más concretas que pueden darse o temerse cuando se adopta un hijo, y en lo observado durante el llamado seguimiento de los niños/as, ya en su hogar definitivo.

-La franja de edad- 0 a 3 años- más frecuente del recién llegado
Es cierto que algunos niños adoptados- no todos- llegan a sus hogares con déficits en su desarrollo. Vamos a decir por qué algunos y por qué no todos.
. Que un ser humano desarrolle su percepción, su motricidad, su inteligencia, su afectividad, no sólo depende de la maduración biológica, ni siquiera sólo de una normal alimentación (aunque también) Sino del otro que le pide que crezca, que espera de él que se haga grande, que sea observador, que responda, que atienda, que entienda, que hable: es “el deseo del otro” el que también hace crecer. Y justamente porque desean al niño, y lo desean despabilado y en el futuro independiente, entonces lo estimulan de las más variadas formas. No hace falta saber pedagogía o psicología para hacerlo. Los padres o los cuidadores sencillos desde siempre han inventado juegos muy precisos para cada edad: “cinco lobitos”, “palmas- palmitas”, aparecer-desaparecer... tienen que ver con lo que se espera que adquiera en cada momento evolutivo.
. A veces puede ser que llegue un niño adoptado con un problema neurológico, o cromosómico que justifique por sí sólo un retraso en su desarrollo. Pero esto es lo menos frecuente, porque cuando los futuros padres adoptivos hacen las entrevistas con los equipos que van a hacer su informe de idoneidad, entre todos trazan el perfil del niño que se quiere adoptar; si bien ¡cuidado! sólo se permite trazar unos mínimos: ojos azules no... Pero poner que se quiere adoptar un niño/a sin deficiencias físicas ni mentales ni sensoriales, lo hacen todos los adoptantes (salvo que explícitamente elijan un niño “con necesidades especiales”, es decir con deficiencias. Pero son la excepción) Y eso suele ser estrictamente respetado por los países dadores; incluso en el momento en que se halla un niño para tal familia (asignación de niño), se les envía la foto y una ficha médica bastante completa; todo lo cual figura entre los acuerdos que los países han tomado en el Convenio de la Haya (que regula la adopción internacional)
. Sin embargo es verdad que algún bebé adoptado no ha adquirido los ítems propios de su edad cronológica, porque, como se ha dicho, tal vez no han tenido esos otros que quieran eso exclusivamente para él: el niño ha tenido cuidadores que en el mejor de los casos trataban de darles algo a todos los bebés del centro; pero probablemente faltó el vínculo personal, de sentir el niño que se lo desea a él, que se lo elige para quererlo, para enseñarle cosas... Esto es algo que ha sido muy estudiado desde hace mucho tiempo: las investigaciones de Spitz tienen ya muchos años.
. Pero en cuanto tiene unos padres, o bien un padre o una madre para él, que lo quieren y que le piden que crezca y que aprenda, que por eso lo comienzan a estimular y a ofrecer cosas apropiadas para su maduración, o bien piden ayuda profesional si ven que la necesita... entonces el niño/a comienza a ganar terreno, y a veces de forma muy rápida y espectacular. Lógicamente en esto hay diferencias: un niño no es igual a otro. Ni una familia igual a otra. Pero es muy importante que la familia y también los educadores -  el papel de éstos también puede ser importante-  le muestren que confían en él, que puede ir desarrollando sus recursos; para que pueda sentirse seguro, confiado respecto del otro y de sí mismo (Lo dicho vale para cualquier niño: aquel niño en el que no se confía es susceptible de mostrar un retraso...)
. Pero también, y por las mismas razones, hay algunos niños adoptados que llegan prácticamente sin ningún retraso madurativo. Aquí, además de la cuestión de las diferencias individuales, ocurre que algunas veces estos pequeños han podido hacer algún vínculo personal con algún cuidador, por diferentes razones: de afinidad emocional, porque se encariñó con el niño, etc., y conseguir a través de ese vínculo amoroso lo que él necesitó para desarrollarse (el niño pudo interpretar que el otro le pedía que aprendiera, que deseaba cosas buenas para él...)
. En algunos centros de algunos países, cuando tienen niños pequeños susceptibles de ser adoptados, o ya disponen de los datos de la familia candidata, le proveen al niño una familia temporal y sustitutiva (en ciertas ocasiones los futuros padres adoptivos contribuyen a pagar este mantenimiento). Eso suele funcionar bien, aunque luego el niño también tenga que hacer el duelo por esas figuras paternales. Pero si han sido buenas figuras, habrá sido positivo para él y transferirá lo bueno a sus nuevos y definitivos padres.
. Además de los padres, familiares y amigos, también la escuela (guarderías, parvulario) tiene la ocasión de recibir a los niños adoptados casi al mismo tiempo que su familia, y de ofrecerle sus propios lazos, lazos educativos, que es un aporte tan importante. Y sobre todo porque pueden trasmitir a la familia, al propio niño y a los demás niños que sí, que el niño adoptado tiene eso de particular: que viene de otra parte y que nació de un cuerpo que no es el de sus padres... pero que, después de todo cada uno de los niños que irán a esa clase tendrá algo particular, algo que lo diferencia de todos los otros... ¿o no?

- Los niños mayores
Otras personas o familias adoptan niños de más edad, digamos, en edad escolar. En estos casos, el niño o niña tendrá ya mucho más avanzada su evolución psicomotriz, lingüística y en parte su desarrollo intelectual, mejor o peor, por lo que hemos dicho. Y por supuesto que, siguiendo las mismas razones que hemos expuesto, con el deseo y el interés de sus nuevos padres, y con la plasticidad propia de la infancia, pueden obtener estas áreas aún un desarrollo mayor. Lo que no será fácilmente soportable para el niño, más si ha venido con una base escasa, es encontrarse con una exigencia desmedida y poco realista a veces, por parte de sus padres adoptivos, porque eso probablemente será interpretado por el chico como que no se lo está aceptando… finalmente sentirá que no se lo está filiando, ya que el hijo que están tratando de conseguir no es él o no es como él…
Un temor que aparece con frecuencia en la adopción de niños mayores es que sean demasiadas las malas vivencias acumuladas y que el niño las conserve en su memoria. Lo primero, sí, es posible; es una cuestión de cantidad que está implícito en la adopción de un niño más grande; lo cual no significa que esas malas experiencias no puedan ser elaboradas, habladas, y en tanto habladas, sustituidas, combinadas con nuevas palabras que el niño reciba, y entonces mejoradas. O recicladas a partir de que por fin él es hijo de alguien que quiere ser su padre o su madre. Es decir, a través de que haya una verdadera filiación. Y el hecho que él sea capaz de recordar esas malas situaciones vividas, para nosotros que somos psicoanalistas de cara a un trabajo terapéutico con ese niño, es mucho más favorable que si se han olvidado. Porque estar olvidadas quiere decir estar reprimidas; lo que hace más arduo el trabajo.
Hay otra cuestión que a veces aparece también como temor en los padres adoptivos, tanto de bebés como de chicos mayores: es un resquemor respecto a la herencia de los padres biológicos. La transmisión hereditaria de los caracteres físicos es inevitable. Si han heredado alguna de las enfermedades de aparición tardía, no es algo frecuente, pero es otro posible riesgo que comporta cualquier adopción (también existe ese riesgo en cualquier nacimiento: haber heredado una enfermedad de la que la familia no tenía conocimiento, o bien padecer una mutación genética, etc.). Lo que sí  podemos asegurar es que no hay herencia de los rasgos psicológicos o de carácter. Cuando un niño se parece en una cuestión de carácter o de costumbres o de preferencias a sus progenitores o a sus abuelos, no se trata de herencia sino de identificación: el niño se ha identificado sobre todo en la medida en que el otro le ha hecho notar, o le ha dicho “eres igual a tu padre en esto que haces”. Y bien, es posible que si el niño o la niña adoptada de mayor, ha vivido con su familia de origen, traiga algunas identificaciones… Pero las identificaciones también pueden sustituirse; o después de un trabajo analítico si hiciera falta, quedar reducidas a una mínima expresión, a un solo rasgo, que no tendría por qué ser el más negativo, de aquella persona que una vez fue su padre o su madre y le dejó sólo una marca…Lo importante es que los nuevos padres no lo fijen a un rasgo X de su familia anterior (Conocí un lamentable caso de “devolución” de una niña: por miedo a que sea prostituta como la madre…)
Algo importante a tener en cuenta en la adopción: todos los niños, en realidad todos los sujetos, adoptados o no, en algún o en varios momentos de la vida, hacen un síntoma: un problema en el dormir, en la alimentación, en la escuela; alguna fobia; agresividad con otros niños; rebeldía en la adolescencia; alguna disfunción sexual en la edad adulta, etc., etc. Por tanto no podemos atribuir cada síntoma que pueda hacer el hijo adoptado, al hecho de la adopción. Si hay un síntoma, y este persiste y trae malestar al niño y a su familia, eso debe ser tratado. Y en ese tratamiento el sujeto, el niño, le irá encontrando significaciones a sus síntomas. Puede que las causas que él encuentre estén en su vida anterior a la adopción, o puede que simplemente tenga que ver con el modo de relación con sus padres actuales (que a su vez pueda estar condicionada por los miedos que sus padres tienen por el hecho de haberlo adoptado, etc., etc.). En fin, él encontrará, como todos, que si tiene un síntoma, por ejemplo una fobia, o una enuresis, o cualquier otra inestabilidad, será algo particular de él; que es un hijo adoptado, si, pero no es sólo eso; es quien es, distinto de otro; o tan particular como lo es cada cual.

- La adolescencia
Y para terminar, podemos pensar en este tiempo evolutivo del chico adoptado; pero en la misma línea de lo que estamos diciendo. Para el chico adoptado, su adolescencia será un momento de crisis como para los no adoptados. Y lo propio de la adolescencia ¿qué es? Que el niño ha crecido y se encuentra con una nueva forma de goce, con una sexualidad distinta de la infantil, porque incluye al otro sexo. Que sus padres dejan de ser ideales, y empiezan a ser cuestionados, entre otras cosas porque ahora sabe que él mismo podría ser padre o madre… Y en ese mismo cuestionamiento general, si el chico ha sido adoptado, también pondrá en cuestión su propia adopción; e insistirá en obtener “pruebas” del amor de sus padres adoptivos. Y así como los padres adoptivos muchas veces habrán achacado tal o cual síntoma del niño al hecho mismo de ser adoptado, ahora, en la adolescencia, probablemente sea el chico quien crea que por ser él un hijo adoptado, los padres no lo complacen todo lo que él querría (y dirá que como él no es su hijo biológico no le compran la moto, o no le dejan salir hasta muy tarde, etc., etc.).  Pero ciertamente, eso es lo que hay que poder desmontar, tratar de quitar consistencia a esta idea de que los problemas se explican por la adopción, por que no es ni mucho menos tan cierta…Si no entonces, la propia rebeldía o el malestar adolescente contra los padres, podría conducirlo más fácilmente, como se había dicho, a idealizar a los “padres de sangre” y a decir que quiere encontrarlos…Por mi experiencia, cuando las cosas son habladas y encauzadas en la familia o con ayuda si hace falta, el adolescente desiste de ir en busca de sus orígenes… En los casos de adopción internacional, también se topa con la gran dificultad, y en muchos casos  con la imposibilidad (ejemplo si era de China), cosa que también deberá aprender a aceptar.

 La adopción no es fácil, pero su éxito no es imposible. Entendiendo por éxito: que ese hijo adoptado pueda sentir que es alguien (lo cual es importante para cada uno), que se inscribe en una generación: ser hijo de unos padres, nieto de unos abuelos, a quienes él dará a su vez su propia descendencia. Que sienta que puede hacer cosas en la vida, porque sus padres quieren, desean cosas buenas para él... Como todos los hijos.


Inés Rosales Manfredi

dilluns, 3 d’octubre del 2011

ADOPCION Y FAMILIA
SOBRE LOS ADOPTANTES (O PADRES ADOPTIVOS)
2ona. parte
Inés Rosales Manfredi

La pareja o a las personas individuales que inician una adopción son los sujetos objeto de gran interés para la administración encargada de tutelar a los niños, y como tal garante de su bienestar.
Sobre ellos recae una cierta selección, de los idóneos: entrevistas de valoración que realizan con un equipo de profesionales autorizado por la administración (con lo cual hay que suponer que no todos son idóneos; no-todo vale, también en materia de adopción). Dicha selección, con frecuencia es vivida como paradojal y provoca algunas protestas, ya que es verdad que hay muchísimos niños en el mundo que sufren deprivaciones; pero la realidad es que no todos están en situación legal de ser adoptados; se tienen que dar un alto número de condiciones para poder determinar la adoptabilidad de un menor: tener condición de “abandonado” (6 a 8 meses sin que alguno de sus padres lo visite), o haber renuncia expresa sin que medie ningún reclamo por parte de familiar biológico; y todo esto tanto en el ámbito nacional como en el internacional. En esto la demanda supera la oferta, sobre todo después de la entrada en las economías emergentes de países como India y China,  grandes dadores de niños en la década pasada, pero no así en la actualidad.
Los adoptantes tienen que ser visitados por un psicólogo, entonces. Pero ellos ¿qué demandan? No suelen pedir más que un informe de idoneidad; y eso no ha de perderse de vista. Si el psicólogo es un psicoanalista sabrá perfectamente que no ejercerá de tal en esos momentos: no hay demanda de cura, ni siquiera de diagnóstico; los sujetos no están bajo transferencia, por tanto no cabe interpretar ni  buscar demasiado saber sobre lo que no hace a la cuestión. Hace falta tener esto claro. En cambio sí un psicólogo tiene que provocar que ellos, los futuros padres adoptivos se interroguen sobre su pedido de niño, que lo pongan en cuestión desde sus propias posiciones y se escuchen hablar de ello: de su infertilidad, de si tienen ya niños por qué quieren uno más y venido de otra parte, etc., etc., para que puedan confrontarse y no negar las dificultades que comporta el adoptar un hijo. A veces, el hablar de esta manera ha tenido un efecto no buscado: el abandono del proceso (darse cuenta que no era adoptar lo que querían...) Otras veces, la mayoría, la decisión de adoptar un hijo ha salido más asegurada.
Si lo que los adoptantes demandan es un informe de idoneidad, lo que ellos desean sólo podría saberse en un análisis, no en dos o tres entrevistas. Sí en cambio se puede decir (ellos lo dicen) lo que anhelan: obviamente un hijo, lo que es común con los padres biológicos que han buscado tener y criar hijos: es “el duro deseo de durar” que nombra Paul Eluard.  Pero en verdad todo hijo, adoptado o no, viene en lugar de otra cosa, en lugar de algo que falta, o de lo contrario no se lo buscaría; es esa falta estructural de la que habla el Psicoanálisis.
Escuchamos que en muchas mujeres el deseo de tener un hijo está más ligado a lo corporal, a una falta imaginaria en su cuerpo; mientras que en muchos hombres parece tratarse, más que de tener un hijo, de ser o no ser padre, de poder nombrarse como padre, nombrar al hijo…
La particularidad, si es que hay alguna, del padre/madre adoptivos, es que éstos van a filiar un hijo que viene de otra parte, de otros cuerpos, a veces de otras etnias. Por eso, lo que constatamos en las parejas estériles es que durante cierto tiempo se resisten a renunciar al hijo biológico, al del narcisismo de su imagen y semejanza, y recurren a todas las técnicas posibles de reproducción asistida, a dolorosas manipulaciones de su cuerpo y de su intimidad, hecho con frecuencia vivido dramáticamente. Y el saber médico viene a responder a su demanda; y hace de su infertilidad una enfermedad que ofrece curar.
Cuando estas técnicas fallan y el niño de su cuerpo-imagen no llega, estas personas estériles empiezan a pensar en ese otro hijo posible, el hijo adoptado, pudiendo darse en estos momentos un imperioso empuje a filiar ya, el hijo ahora, como se presentan a veces algunos candidatos a la adopción.
Bien, pero ¿qué es filiar? Según el diccionario es reconocer a un hijo como propio; inscribirlo con los apellidos, recibirlo, criarlo…en fin, es desearlo como hijo. Estas definiciones tanto valen para pensar la filiación del hijo biológico como la del adoptado. Ya que, de acuerdo a esto, filiar no es un proceso natural; y eso puede ser la razón de posibilidad de la adopción: hay padres biológicos que deciden (quizá forzadamente) no filiar al hijo nacido de ellos, y hay padres adoptivos que deciden filiar y amar como propio al hijo no nacido de ellos. Ya sea que filiemos al hijo propio o ajeno, en ambos casos se tratará de un acto simbólico, de reconocimiento, de nombre…
 En el animal se da un continuum entre acoplamiento macho-hembra, nacimiento y crianza de los cachorros, porque allí: instinto sexual = instinto de reproducción = instinto maternal (hembras). Es todo un mismo hecho natural. En el sujeto humano en cambio, se ha producido un corte, una pérdida de ese hecho natural por causa de la humanización o del lenguaje. En él todo está regido por el deseo y por un proceso simbólico de lenguaje. Así, el deseo que se pone en juego en el acto sexual es distinto del acto de reproducir, y este puede ser distinto del acto de filiar.
Esta especie de desconexión o desnaturalización entre coito y filiación, que hace posible la adopción, las TRA o el control de la natalidad, es también fuente de grandes paradojas en el sujeto (que veremos mejor desde el punto de vista del niño adoptado).
Y volviendo a los adoptantes en su encuentro con el psicólogo: cuando se les pide que hagan el duelo por el hijo biológico que no tendrán, creo que eso debería apuntar a que toleren que hay algo perdido para todos, no sólo para ellos, en esa ruptura del continuum entre la supuesta relación sexual natural y la filiación de un hijo. Un adoptante me lo dijo claramente: “nosotros ya no queremos parir un hijo, pero seguimos deseando tener un hijo  Es el deseo que constituirá al sujeto.

SOBRE EL NIÑO/A ADOPTADO/A

Se ha dicho y he corroborado en mi práctica que no hay una clínica particular del niño adoptado. Él/ella, como los otros, podrá ser un sujeto entre normal y neurótico- la mayoría; y quizá una minoría, como en cualquier otro caso, tendrá otra estructura más compleja, como psicosis o autismo, pero que no dependerá del hecho adoptivo en sí, sino de muchísimos avatares.
Sí en cambio hay situaciones vividas que pueden ser comunes a muchos adoptados, por lo cual habrá una serie de palabras que tendrán una especial resonancia para él, que sentirá que lo nombran (significantes mayores): abandono o renuncia, no deseado por unos/demasiado por otros, a veces maltratado… Y lo recuerde o no, esos significantes formarán parte de su cadena de lenguaje. Claro que una palabra sólo tiene sentido cuando se combina con otras palabras. Por lo tanto dependerá de cómo se combinen estas palabras que le pertenecen y trae consigo el niño adoptado con los significantes nuevos que le irán aportando esos otros que serán sus padres adoptivos. Entonces, según como sea esta combinación de palabras (lo cual implica, por supuesto el amor y el cuidado) resultarán unos efectos u otros; hará que aquellas palabras que traía cobren significado traumático o hagan síntomas; o bien que le permita reparar o modificar esas primeras heridas o marcas.
En esto el psicoanálisis nada puede decir a priori. Sólo si el sujeto hace algún síntoma en un momento y recurre a un analista, entre los dos se podrá construir algún saber sobre los efectos que tuvo la vida anterior a la adopción, y la adopción misma. Este saber que él construya, como en cualquier otro niño, tomará la forma de un mito individual, ya que la verdad histórica está perdida para todos.
Interrogarnos por nuestros propios orígenes es común a todos, porque queremos saber qué deseo nos ha constituido. Por eso cada uno inventa su “novela familiar”, que para Freud tiene esta estructura: cuando los padres dejan de ser los ideales de la primera infancia, el niño imagina que podría tener otros padres mejores, más encumbrados, que algún día reencontrará y vendrán a buscarlo. Moisés, Superman y hasta Jesucristo son, como Edipo, héroes con dobles padres.
Para Freud esta división tiene como finalidad recuperar, en los otros padres inventados, la parte idealizada y perdida de sus únicos padres. Pero tiene también otro objetivo: y es negar la “escena primaria”, el coito entre los padres, de contenido siempre traumático, inasimilable. Dado que el niño cree en un principio que hubo un solo acto sexual que es el que lo hizo nacer, luego, si sus genitores son otros, es que sus papás, los de casa, ellos no han hecho el amor (lo cual lo tranquiliza de momento...)
Y aquí volvemos a esa desconexión entre coito y filiación  que en ese momento de los dobles padres, el niño promueve y radicaliza. Y negando la escena primaria, niega también la diferencia de los sexos, la castración, la muerte individual, en fin, todo aquello de lo que no quiere saber.
Y volviendo al niño adoptado ¿Cómo vive su “novela familiar”? Como todos, él también desdobla a sus padres. Sólo que este desdoblamiento tiene alguna coincidencia con la realidad. Él nació de unos padres más pobres, y si ya no era un bebé, también soñó con otros padres ricos que un día vendrían a buscarlo al centro. Y así ocurrió y lo hicieron su hijo legítimo.
Y si las cosas van bien, el niño convivirá durante tiempo con ese desdoblamiento, que le sirve a él también para poner el coito parental y la sexualidad fuera de casa, lejos de los que en realidad son ahora sus únicos padres, en el sentido de la filiación y del deseo. En este momento el niño adoptado está afirmando a sus padres como completos e ideales; también él se siente completo.
Pero los ideales caen para todos, también para él. Y cuando sus papás no son tan poderosos, debe invertir la cuestión: empezará a soñar y a idealizar ahora a aquellos otros padres, tal vez desconocidos, pero que ahora llama los “verdaderos”, los padres biológicos, y hasta pude que quiera ir a buscarlos. En ese momento él intenta restituir el mito de la sangre, la supuesta “llamada del instinto”, conectar sexualidad y filiación, apelar a la relación natural entre padres e hijos, olvidándose de la evidencia de que, si hubo primero la renuncia de unos y la filiación por parte de otros, es que lo natural ya no está allí. Sólo que él intenta pasar de una idealización a otra.
Si me he detenido en este tiempo de la novela familiar, es entre otras cosas para mostrar que tanto el adoptado como el que no lo es, en tanto tienen un inconsciente, están igualmente confrontados con su deseo, con esa parte de la sexualidad que es difícil de asimilar para cada uno, y finalmente con las lagunas del saber. Ya que, si bien los padres adoptivos tendrán el deber de transmitir al hijo todo el saber sobre su origen que esté a su disposición y de contribuir con su búsqueda llegado el caso, ambas partes, padres e hijos, habrán de poder tolerar que, como para todos, siempre se tratará de un saber incompleto.
2ona. parte