dimecres, 4 de gener del 2012



PARTICULARIDADES DEL DUELO Y LA MUERTE EN LA INFANCIA
 
0-Preámbulo
1- Introducción: Entorno al concepto de muerte y duelo
2- Duelos y pérdidas en la infancia
3- El concepto de muerte en la infancia
4- Clínica del duelo en la infancia y demand
5-Conclusiones

0-PREAMBULO
El aspecto que nos atiende en este artículo es la cuestión sobre cómo variará el paso por el duelo en el caso de los niños respecto a los adulto, siendo el mundo infantil un periodo en donde hay vínculos constituyentes para el sujeto y que su pérdida y su falta podría generar distintas consecuencias a como es la pérdida y la falta en un adulto que ya ha pasado por una serie de separaciones diversas.

Trataremos de marcar  las diferencias entre el mundo infantil respecto a los adultos a la hora de afrontar una pérdida de tal dimensión cómo es la muerte.

Empezaremos con un primer apartado de índole más general, para seguir posteriormente adentrándonos en la infancia.

1-INTRODUCCIÓN: ENTORNO AL CONCEPTO DE MUERTE Y DUELO.

El concepto de duelo como el de la muerte es un concepto universal. Concierne a todos los seres humanos. Concierne a niños y adultos, pasando por los mismos rituales e íntimamente ligado al sufrimiento psíquico. Pero a pesar de su universalidad, los sentimientos del duelo no son a veces expresados y reconocidos como tales. Y sin embargo, el duelo es necesario para poder continuar viviendo, para poder separarse del ser perdido o amado y para poder recobrar la libertad  del funcionamiento psíquico.

El duelo supone enfrentarse al único amo que es la muerte. La muerte deviene en cualquier momento y lugar; supone una pérdida irreversible que dejará un vacio y falta a su alrededor.

Cuando hablamos de muerte normalmente hacemos referencia a la pérdida de un ser humano o animal, en todo caso nos referimos a un ser que posee  vida, es decir que nace y justo por nacer ya está condenado a morir.

Los seres humanos a lo largo de nuestra vida nos debemos enfrentar con la muerte de seres queridos, en algunos casos de manera más traumática que otros, independientemente de la edad que tengamos, tendremos que afrontar la pérdida que supone la muerte, para ello pasamos por el duelo, proceso necesario para abordar el vacío  devenido.

Sin embargo, el duelo no es exclusivo de la muerte; toda pérdida supone un duelo, en muchas casos nos encontramos con pérdidas que no conllevan el fallecimiento de nadie, pero el vacío generado puede ser vivido con la misma fuerza que si se hubiera sufrido una muerte alrededor, pensemos en el caso de roturas traumática de pareja, personas de que pronto emigran a otro país, hijos que dejan de ver a uno de sus padres, súbitamente por roturas traumáticas de parejas...

S. Freud en su texto “Duelo y Melancolía” del año 1916, define el duelo como “una reacción de pérdida de una persona querida, una abstracción equivalente como la patria, la libertad, un ideal etc. “ Freud va más allá, no sólo hace referencia al duelo como consecuencia de la pérdida de algo tangible, sino que lo relaciona también con la pérdida de ideales o ideas que uno presupone.

Toda pérdida que experimente el sujeto, requerirá de un proceso para poder resituarse ante la falta devenida, este proceso es denominado cómo duelo; siendo a veces evitado por la necesidad de pasar por el dolor.  En occidente, actualmente el dolor más que afrontarse, se tiende a reducir lo más rápido posible, con la ayuda  de la industria farmacéutica que facilita que el sujeto se quede atrapado en tapar el síntoma y no vaya más allá, pasar por el duelo supondrá pasar por el dolor.

Si hacemos referencia a la definición  del término duelo, vemos que se origina en dos raíces latinas “dolus” y “duellum”;  la primera hace referencia al dolor;  la vertiente más psicológica, mientras que la segunda, remite a la idea de desafío que entraña el hecho de “retar a duelo”,  “al combate entre dos”; nos referimos a la vertiente psicoanalítica;  que entiende  el duelo más allá de un dolor de orden psíquico, un pesar o una aflicción. Desde J. Lacan, psicoanalista francés, posterior a Freud; entendemos que el duelo supone un desafío hacía la propia estructura psíquica del sujeto,  una tensión entre el registro real y el simbólico; al experimentar una falta en lo real, la falta devenida alcanza lo real del cuerpo imaginario, de la persona que pasa por el duelo. Con las aportaciones  de  Lacan, entendemos como esta falta o agujero en lo real, movilizará todo un orden simbólico, dando lugar, en la medida que uno se afronta a lo perdido, a una recomposición de significantes.

La falta puede afectar a lo real del cuerpo imaginario o al real del cuerpo, en caso de amputaciones es el real del cuerpo que queda mutilado, requiriendo un proceso de duelo no sólo por la pérdida física, sino por toda una seria de expectativas en relación al futuro, cómo decía Freud el duelo por los ideales que no serán posibles.

El duelo desencadenará respuestas en el sujeto, de tipo emocional y comportamental, desarrollando un proceso  que se prolongará el tiempo necesario para elaborar la falta, estar en duelo supondrá localizar la falta en uno mismo, saber que se nos ha perdido a través de la falta que ha devenido, para poderlo aceptar y no renegarlo.

Este proceso conllevará consecuencias  tanto en el ámbito fisiológico cómo social;  la intensidad y duración de éste, con sus consecuencias, serán proporcionales a la dimensión y significado de la pérdida y a las particulares  psíquicas de cada sujeto.

Desde una perspectiva más psicológica y fenomenológica se han descrito tres fases observables del proceso:

En una primera fase, llamada fase de evitación, incluiríamos el shock o el embotamiento con la negación del reconocimiento inicial de la pérdida, es el instante traumático en el que se pierde el objeto.

En un segundo momento, aparecería la fase de confrontación, donde tienen lugar las emociones más intensas, la rabia y la culpa pueden ser desbordantes. A menudo se dan vueltas en fantasía a todo lo vivido, dándose incluso una satisfacción inconsciente al recordar el dolor, desplegándose un cierto goce.

La tercera fase la llamaríamos fase de restablecimiento;  aparece un cierto desapego, el recuerdo aparece con menos afecto.

Si el sujeto, tolera pasar por el malestar que supone aceptar la pérdida, renunciando a toda esperanza de recuperación, empezará una gradual reclinación del duelo y  una obertura progresiva hacia nuevos objetos.

El proceso de duelo en muchos casos,  comprenderá desde que se produce la pérdida hasta que ésta es superada, pero en ocasiones, duelo puede empezar antes de la perdida , en caso de que ésta se pueda preveer con cierta antelación: En el mundo infantil, son muchas las veces que las separaciones se van preparando poco a poco, para que tanto el niño como los padres se vayan acostumbrando al cambio; en el caso de la lactancia se intenta dejar progresivamente; la entrada a la guardería se intenta preparar; al sacar los pañales, se muestra antes el orinal al niño para que se familiarice con él... Se intenta evitar una falta repentina y traumática para el niño.

Por otra parte el ser humano, más allá de su edad; normalmente acaba sometiéndose a la realidad, a pesar de necesitar un tiempo para ello. La pérdida y el duelo, es inherente a la vida, propio del  proceso evolutivo y constituyente del sujeto;  por otro lado,  a lo largo de la vida, un sujeto tendrá que enfrentarse a separaciones a veces inevitables, como es el caso de la muerte de los padres, o con pérdidas a veces traumáticas, que el sujeto tendrá que hacer frente, muchas veces no sin dificultades; no es lo mismo perder a un padre o madre en la vida adulta que para un niño.

Por otro lado, debemos tener en cuenta que el duelo no es una enfermedad, a pesar que el sujeto presente síntomas propios de un estado patológico. También debemos preguntarnos si es posible hacer el duelo en todos los casos, como es ante la muerte de un hijo; en donde variará según sea la relación de la madre y/o padre con el hijo. Ejemplo: Si este hijo no ha sido investido libidinalmente, si no tiene significación fálica o si ha sido abandonado. Si no ha habido encuentro en lo real con este hijo (hijo que muere en el útero materno)…..etc.

2-DUELOS Y PÉRDIDAS EN LA INFANCIA

El ser humano desde que nace hasta la vida adulta pasará por una serie de vínculos y separaciones que le permitirán su constitución como sujeto y posterior desarrollo personal.

La infancia es un tiempo de tramitación de duelos constitutivos: el de la pérdida del objeto, el duelo por el falo y el duelo por la muerte simbólica del padre, que permite la inscripción de la ley. La tramitación de estos duelos estructurales es condición para la elaboración de cualquier duelo en la vida.

En los primeros años de vida, podemos decir que se darán una seria de separaciones a veces traumáticas para el niño, cómo es el caso del destete que supone una pérdida de goce importante para el bebé y también en algunos casos para la madre; señalando que por el contrario, a veces el vínculo del bebe con la madre presenta ciertas dificultades y surgen ya los problemas en la primera alimentación. Debemos tener en cuenta que para que haya separación debe haber vínculo y la  forma de tramitar la separación no será sin los efectos de cómo se ha creado el vínculo; si éste es satisfactorio para ambas partes,  la separación será más fácil y posible.

Numerosos autores han estudiado los procesos de separación en la primera infancia; en nuestro caso  hacemos referencia a Freud y Lacan ; pero si queremos hacer nombrar en este apartado a Bowlby, quien se orientó en la obra de Freud, pero introdujo elementos de la etología y psicología cognitiva; dicho autor ha sido bastante relevante por sus trabajos sobre el proceso del duelo; fue quien propuso el primer modelo sobre las etapas del duelo en 1961; todas sus ideas sobre el duelo guardan una gran similitud con su teoría del Apego, que escribió en 1969-73; donde plantea que los niños desde muy pequeños crean un lazo muy estrecho con la figura materna, a los tres años este vínculo ya está establecido, pero el periodo de cuota máxima seria a los dieciocho meses, yendo decreciendo progresivamente hasta los cinco-seis años. La separación  de este vínculo comportará angustia y según nos dice Bowlby los mecanismos para afrontar dicha separación inicial, serán sustancialmente  los mismos que se observan cuando un niño más mayor o un adulto pierden a  una persona querida.

Desde el psicoanálisis entendemos que pasar por el duelo supondrá en todo caso, haber pasado por la castración y en la medida que el niño tenga dificultades en este paso, toda elaboración de pérdida aparecerá con dificultades también.

A parte de toda una serie de pérdidas por las que pasa el niño  y que son necesarias; a veces el niño también puede sufrir pérdidas traumáticas, como es el fallecimiento de un familiar, y queremos destacar cuando el padre y/o la madre fallecen, como situación más “in extremis “,  o cuando se da algún tipo de separación muy traumática de los padres , que afecta claramente al niño  inmerso en guerras judiciales de los padres, que a veces le supone algunos meses sin poder ver al padre por ejemplo; todo este tipo de roturas supondrán una complicación más en este periodo de la vida del sujeto, ya que el niño necesita del vínculo de sus padres o de quien realice sus funciones. Cuando la pérdida de un progenitor se da, el niño tendrá que pasar por la añoranza de la pérdida, deberá hacer el duelo de la relación perdida, presentando destacables síntomas, cómo  veremos en el apartado de clínica, pero en todo caso destacamos que en estos casos, por las características del vínculo; el niño sí que deberá buscar un sustituto; a diferencia de un adulto en cuanto hay la muerte de un ser querido, como pareja ,padre o incluso hijo, en donde la idea de sustituto la podemos poner en interrogante,  ya que el paso por el duelo en el adulto , permite ir más allá que llenar el vacío con un sustituto.

Vamos a pensar que en la infancia a diferencia de los adultos, en tanto el niño no se haya separado simbólicamente de las figuras parentales, si estas mueren, se ausentan o desaparecen , tendrá que buscar sustitutos ; hacer el duelo en esta etapa supone poder vincularte con otras figuras que ejerzan la función materna o paterna; cuando el niño aún está atrapado en la pérdida, tendrá dificultades en hacer nuevos vínculos y poder aceptar figuras sustitutivas de las parentales; esto se ve muy bien en los casos de adopción, en donde el niño requiere un tiempo para adaptarse a los padres adoptivos.

En los manuales de diagnóstico como el DSM o la CIE, nos muestran trastornos que a veces vemos en la clínico como es el trastorno de angustia  por separación, en donde lo que se refleja es como el niño tiene severas dificultades de separarse de la madre o de su ambiente familiar, mostrando un importante clínica a la hora de entrar o integrarse en la escuela. Pensemos que cuando el niño entra en el mundo escolar, le supone entrar en la relación social, fuera del paraguas familiar.

El paso por el duelo del  niño respecto al del adulto se asemejará en el hecho de que en ambos casos se irá elaborando la pérdida en la medida que se hace frente al dolor, que se reconoce la falta y que se puede ubicar, pero se diferenciará en la manera de hacerse; el niño a diferencia del adulto debe poner más palabras, nos preguntará; el niño necesita que se la ayude a entender lo que ha pasado, ya que el niño no ha asumido lo que representa la muerte , por eso habla y pregunta , aunque sea con desconocidos, porque busca poder entender o poner palabras a lo que pasa y no entiende; en los adultos que están bajo una situación de duelo, en ocasiones el silencio a diferencia de los niños es aterrador , ya que habitualmente lo que cuesta es poner palabras o simplemente compartir en dolor, el adulto tiende más a replegarse en comparación con los niños.



Cómo hemos planteado, la cuestión de la sustitución del objeto en los vínculos parentales y la forma en cómo se lleva el proceso del duelo presenta diferencias en el mundo infantil, respecto a los adultos.

Aun así en ambos casos de lo que se trata es de cómo poner un trazo en los simbólico ante el agujero en el real que ha trastocado la cadena de significantes.

3.- EL CONCEPTO DE MUERTE EN LA INFANCIA

Francoise Dolto psicoanalista francesa en su libro “Parlem amb els infants nos dice: “Nuestra muerte es un acontecimiento que no viviremos, lo mismo que no hemos vivido nuestro nacimiento o sea la muerte no es asunto nuestro, sino de los otros. Y creo que es por eso que siempre hablamos de la muerte sin acabarnos de creer en ella. La muerte es muy importante y algo muy curioso, en el inconsciente la muerte no existe”.

También nos da algunas orientaciones de cómo hablar de la muerte a los niños. Es cierto que hablamos de ella muy pronto y sobretodo hablamos a partir de la muerte de algún animal. Todos hemos escuchado niños que al encontrarse por primera vez delante de un animal muerto dicen: “No se mueve” y cuando se les dice “Esta muerto” nos preguntan: “¿Qué es eso?” y muchas veces no sabemos qué responder. La respuesta del adulto dependerá de cómo este adulto se posiciona frente a la muerte y de cómo haya vivido las diferentes separaciones, duelos y pérdidas, etc.

Es importante poder hablar con los niños, de los acontecimientos que sucedieron y suceden en la familia Si ha muerto un abuelo o abuela, si está enfermo algún miembro de la familia o si algún hermano ha muerto antes del nacimiento de otro. Y poner palabras sobre la desaparición de alguien de la familia. Muchas veces se dice que está en el hospital y se deja la continuación suspendida. Pero los niños preguntan por qué no pueden ir al hospital a visitarlos. Los niños deben saber que si han padecido una pérdida forma parte de la familia y de aquellos que nacerán después. Estas muertes forman parte de la riqueza viva, simbólica de la familia.

En la primera infancia los niños no entienden el concepto de la muerte. Para ellos se trata de ausencia/presencia. Utilizan el juego del fort/da para simbolizar la desaparición. Debe hablarse de las ausencias, de las pérdidas y marcar las diferencias. “La mamá vendrá por la noche” o no “vendrá más está en otro lugar, dependiendo de la ideología de los padres, está en el cielo o en el cementerio o en el mar. 

Después vendrán las preguntas directas de los niños sobre la muerte: “¿Cuando nos morimos? Los niños entienden que cuando una persona es vieja, pueda morirse. Lo que no entienden, por absurdo, es cuando vienen las muertes prematuras. Si les explicamos que morimos cuando hemos acabado de vivir, parece una tontería, pero a veces tranquiliza a los niños que están pasando por momentos de angustia por la muerte y que más tarde plantean la pregunta ¿Cómo se sabe que hemos acabado de vivir? Pregunta difícil de responder, y que cada padre o madre intentará explicar a su manera.

Los niños hasta los 3 años desconocen el concepto de muerte pero pueden vivir el duelo de una pérdida o ausencia a través de lloros, de trastornos psicosomáticos o de conductas de rebeldía ya que no lo podrán expresar verbalmente. Entre 4 y 5 años los niños suelen mostrar curiosidad por la muerte y se interesan y hacen preguntas relacionadas con el tema. La muerte en esta edad no les angustia y cuando preguntan quieren respuestas sencillas. Si que padecen mucho por la separación o si echan en falta algún animal o alguien de su entorno. Cuando alguien muere, para ellos desaparece y tienen la creencia que los ha abandonado voluntariamente y  que  han hecho algo inadecuado y por eso se han marchado.

Los niños entre 5 y 9 años entienden más lo que es la vida o la muerte. Son conscientes de la posibilidad de la propia muerte y aparece la angustia por la muerte de los padres. En situaciones de duelo en estas edades es importante que los niños continúen con sus rutinas y que tengan claro que lo que ha pasado no es su culpa.

Cuando se produce la defunción de una persona del entorno de los niños (padres, abuelos, etc.), los adultos tienden a intentar evitar su sufrimiento y muchas veces les ocultan los sucesos que están ocurriendo. Muchas veces esta actitud de ocultar el sufrimiento es porque creen que así se acelerará el proceso de olvidad y se volverá rápidamente a la vida cotidiana. Pero los niños capten que algo ha cambiado, que la gente está triste y aunque no entiendan el concepto de muerte lo perciben a su manera, ya que la desaparición de alguien les espanta ya que pueden pensar que estarán solos y desamparados.

Es importante que se les explique qué pasa cuando una persona muere, porque la gente está triste y dejarles que participen en la ceremonia y en el sentimiento de pena y dolor. Es verdad que a veces esto no es suficiente ya que algunos niños vivirán esa pérdida como traumática y necesitarán de un trabajo terapéutico para elaborar el duelo.

4- CLÍNICA DEL DUELO EN LA INFANCIA Y DEMANDA

Los síntomas más destacados que se producen en el proceso del duelo son mayoritariamente alrededor del estado de ánimo, aún así podemos encontrar importantes trastornos de la alimentación, el sueño, ataques de ansiedad y problemas de orden psicosomático. La depresión fácilmente acontece en la medida que el sujeto tiene que afrontar una pérdida irreversible, pero es muy importante destacar que los síntomas depresivos varían de los adultos a los niños, así los niños en estado depresivo, a diferencia de los adultos que muestran un estado de anhedonia,  presentan irritabilidad, en lugar de quedarse más parados y enlentecidos, los niños depresivos o con trastorno del estado de ánimo  se mueven, pero bajo un estado de irritación o agresividad.

En la clínica con niños las demandas habituales no son por la dificultad del duelo. Los niños que consultan presentan síntomas de todo tipo, (fobias, inhibiciones, agresividad, trastornos psicosomáticos, problemas escolares, trastornos de la atención, etc.). Pero muchas veces esos síntomas velan separaciones o pérdidas con imposibilidad de duelo. Otras veces la pérdida de los seres queridos bloquea de tal manera a los niños que su entorno los orienta a consultar.

Las reacciones de los niños frente a la pérdida de un familiar son muy variadas. Un niño de 6 años perdió a su madre enferma de cáncer y cuando ella murió quería saber el lugar en concreto donde su madre vivía. Se tranquilizó cuando lo llevaron al lugar del cementerio que estaba enterrada.

Una nena de 5 años perdió a su padre en un accidente pero para ella su padre estaba de viaje como hacía habitualmente. Su madre insistía que no vendría que se hizo daño y estaba en el cielo. En una sesión del tratamiento me pide que hacer para comunicarse con el cielo.

Estos dos casos nos muestran el no saber sobre la muerte de estos niños, pero elaboran una ficción para hacer el duelo por la pérdida. También es importante observar que todos los niños juegan a hacerse el muerto y a matar. Precisamente porque están en vida y juegan a la muerte imaginaria. “¡Pam! ¡Pam! Te he matado. De acuerdo estoy muerto y estoy contento como si no pasara nada”.

Presento un fragmento de una cura de un niño de 5 años que si que consulta por la pérdida de su madre de un cáncer.

Tanto para el adulto como para un niño el proceso de duelo, de elaboración psíquica,  consiste en pasar del sufrimiento por la pérdida a poder vivir con esa pérdida.

A. presenta varios síntomas relacionados con la agresividad y violencia tanto en la escuela como en casa. Su padre le explicó durante todo el proceso del cáncer de la madre, que estaba enferma y cuando murió la madre, a este niño le llevaron al cementerio para que viera donde estaba enterrada, según recomendaron los psicólogos de la escuela. Les parecía que el niño lo había asumido bien, pero 3 meses después de la muerte aparecieron los síntomas por los que consulta.

Primer tiempo del caso: Parece un niño con muchas explosiones de angustia. Se pone en peligro, y sufre varias caídas. Me explica que no quiere a nadie, ni a sus hermanos mayores, ni a su padre. Todos son malos. No le dan sus juguetes, a veces ni le dan de comer. Al preguntarle por su madre, dice que no está, que no viene. Que por eso está enfadado.

Me relata que él ayudaba mucho a su madre, iba a comprar con ella, ¿Por qué no viene, está enfadada conmigo? ¿No me quiere? repite incesantemente.

Según Lacan el trauma como encuentro con lo real borra la alteridad fantasmática. A. no encuentra la fantasía para sostenerse de la pérdida y por eso esta agresivo, está acorralado, merced de la angustia. El trabajo de duelo consistirá en reconstruir alguna ficción, alguna alteridad entre el sujeto y el objeto perdido que reubique la falta y que pueda pacificar al niño.

Segundo tiempo. Despliegue de relatos fantasmagóricos, donde muestra su desconfianza del Otro,  su deseo de convertirse en un robot que lo pueda todo, que destruya todo, pero que puede reconstruirlo todo, así pasamos varias sesiones, entre destrozar y reconstruir a nivel simbólico. Dibuja escenarios de casas que se caen, de personas que saltan y que vuelan, de gente que hacen grandes cosas, etc. Después A. Me muestra como cae, como se levanta y como no se hace nada en la caída. Se coloca en la posición de héroe, de fuerte. Soy su compañera, también fuerte, ambos  podemos correr, volar, saltar, etc. sin que nos pase nada.

Tercer tiempo, parece menos angustiado, me explica los juegos que hacía con su madre cuando estaba enferma, puede hablar del hospital y dibujarlo. ¿Acaso es allí donde se encuentra? Me  pregunta.

Al hablarle que su padre le mostro otro sitio donde está su madre, me dibuja un parque lleno de flores y árboles, nada que ver con un cementerio. Es allí donde él quiere que su madre permanezca.

Así podemos ver que muchas veces debemos acompañar a los niños a hacer una elaboración de la pérdida, por la muerte de un padre o una madre, pero como decíamos anteriormente toda esta elaboración les va a permitir substituir el objeto perdido, la madre, por otro adulto que cumpla dicha función y que le permita el apego suficiente para continuar el trayecto de la vida.

Hasta ahora hemos hablado de la clínica más propia de los niños que puede ir asumiendo la falta que les produce la muerte , própio en la neurosis; sin embargo a veces nos podemos encontrar con niños que apuntan a la psicosis, se puede observar en la clínica que a estos niños les resultará imposible asumir la mortalidad, la muerte no ocupará un lugar en la cadena significante, les será imposible desplegar la historia de un sujeto con un final, hsitoria que comprende desde un nacimiento a la muerte. En estos casos el niño no se puede concebir cómo mortal , no viendo la vida cómo una prerspectiva temporal. Pero en cambio vemos que a estos niños la muerte les aparecerá en cualquier momento cómo un tiempo de respiro, de ir a vivir a otro lugar y de otra manera. Sabemos que el dar cuenta de esto será el caso por caso.

5-CONCLUSIONES

Ritualizar la muerte ha sido la estrategía global del tratamiento discursivo a través de las épocas; los ritos introducen la simbolización del agujero en el real que constituye la muerte.

Varios autores han estudiado como la necesidad milenaria de hacer el duelo ha desaparecido a mediados del s. XX. En la actualidad el duelo no se comparte socialmente más allá del momento inmediato de la pérdida, una vez enterrado el fallecido, se supone que el entorno que ha sufrido la pérdida tiene que intentar superarlo lo más rápido posible y adaptarse a la nueva situación lo más posible; desde los manuales actuales de diagnóstico como el DSM y la CIE; se considera que los síntomas que se originan a través por causa de la muerte de un ser querido no se diagnostican como patológicos los tres primeros meses consecutivos a la pérdida , pasado este tiempo ya se considera patología.

La muerte se tiende a banalizar como pasa en las producciones televisivas, los personajes mueren y luego resucitan por ejemplo o en algunas ocasiones se exalta poniendo una gran atención social en casos de muertes violentas o de personajes populares, es la muerte cotidiana , la de nuestros amigos, familiares y vecinos la que se le presta poca atención y en ocasiones se vuelve tabú.

El rechazo de la muerte es equivalente al rechazo de la castración, ya que ésta constituye el duelo estructural. Lacan plantea que la condición para la elaboración de todo duelo es haber atravesado este duelo estructural; y sabemos que el discurso social del momento en occidente no es precisamente asumir la castración, al contrario se trata de taparla, ante una falta se trata de llenarla enseguida con otro objeto.

La función del duelo, nos enseña Lacan, es la de subjetivar la pérdida inscribiendo un trazo nuevo, que recubra ese agujero en lo real producido por la pérdida. De ahí la importancia de los ritos funerarios que intentan nombrar algo, trabajo necesario para que lo que murió en lo real, muera en lo simbólico. Por otro lado, el dolor del duelo afecta al cuerpo imaginario.

La ausencia de duelo puede desembocar en una eternización del dolor, incluso nos podemos preguntar hasta qué punto la depresión, tan común en nuestra época podría ser el reverso de la  supresión del duelo.

El sujeto en la actualidad, vetado del espacio social para elaborar su duelo, recurre a la medicalización quedando el duelo detenido o taponado, en cambio hay sujetos que recurren a los analistas para poder hacer un trabajo de duelo. Se les puede ofrecer un espacio para restituir los ritos y el lugar del Otro donde inscribir su duelo,  ¿acaso es esto suficiente?

 ¿Qué lugar se da a los niños para elaborar sus pérdidas? ¿Cómo se permite que el niño juegue y simbolice lo que perdió? No debemos olvidar que la manera de afrontar los adultos el duelo va a tener efectos directamente en la manera que los adultos van a permitir que sus hijos lo afronten. Los niños están bajo los efectos del momento social que viven.

Con los niños veremos casi siempre la negación a aceptar la desaparición o pérdida de un ser querido o cómo continuan la relación con los desaparecidos. Lo ilustramos en el caso de un niño que viendo a su hermana muerta en la cama pregunta cómo será ella cuando sea grande o la historia que explica Freud de un niño de 10 años que dice que entiende que su padre está muerto, pero que no puede entender que no venga a cenar.

Por otro lado, si observamos, en la actualidad los niños se pasan la mayoría de las horas del día fuera de casa y separados de sus padres, todas las horas de escolarización, más todas las actividades extraescolares a que la mayoría asisten, ¿tendrán tiempo de elaborar sus pérdidas? ¿ quizás los adultos están más pendientes de su producción , que de su elaboración?, con todo ello no debemos olvidar que a veces los padres disponen de menos tiempo del que sería deseado para estar con sus hijos, al fin se puede llegar al extremo de que un niño sufre la muerte de un ser querido y  no se le deja tiempo para hablar, jugar , llorar... sino que al contrario se le exige que rinda cómo antes, será quizás a través de los síntomas que el adulto podrá alertarse que algo no va bien.

Quizás nos podemos preguntar si ante una pérdida importante para el niño; como la muerte de un abuelo, la muerte de un hermano, de un amigo, la separación de uno de los padres o incluso la rápida inmigración a otro país, los adultos, ¿sómos capaces de interrumpir la marcha normal de los días y dedicarnos a estar un tiempo con nuestros hijos? ;  escucharlos, intentar dar respuestas a sus preguntas, soportar su dolor , dejarlos llorar... es decir ¿permitimos que nuestros hijos hagan el duelo?   Si así fuese seguramente nos evitaríamos mucha clínica infantil.

Matilde Pelegrí Moya
Miembro del Foro Psicoanàlitic Barcelona y de la EPFCL
Psicóloga y Psicoanalista

Montserrat Romeu Figuerola
Miembro del Foro Psicoanàlitic Tarragona y de la EPFCL
Psicóloga Especialista en Psicología Clínica y Psicoanalista

Enero de 2011